A veces creo que me entero tarde las cosas, como a lo último.
Como cuando limpiando la mesa, arrastrando el vino, las migas, las cenizas.
¿Sabes cuántas veces limpié la mesa esta semana? Yo tampoco, pero las suficientes como para enterarme.
Ya pienso que adquiero presencia en cualquier cosa, la verdad.
Es difícil hacerme entender, tendría que filmar, porque decir cuesta bocha de ritmo.
Primero las migas.
Cuesta desentenderse del sentido para entenderse en la cadencia de las formas atravesando el tiempo.
Después las cenizas.
¿Cómo te explico el paño amarillo manchándose cada vez?
Ahora el vino.
Se me pasa el día limpiando una mesa que casi no uso, en la que casi no me siento. Todo se ensucia, se lava y se usa.
Quizás por eso a veces dejo la mesa como está y los platos en la bacha hasta el otro día, para que algo dure, dure el tiempo amante de un lugar.
¿Ama el tiempo algún espacio? ¿Ama cada vez?
Sí, como que me enteré cuando le di dos vueltas a la llave, justo al borde de quedarme dormida, era algo así como tu voz diciendo cualquier cosa con ternura. O la mía:
¿Querés ser mi amigo? ¿Te gustaría hacer una canción?
¿Cómo está tu hermana, y tus padres?
¿Querés ser mi amigo después de haber sido mi amante?
Puedo compartirte migajas y manchas de vino. No es mucho pero las arrastro con una paciencia envidiable eh.
Por favor, volcá las cenizas en el cenicero esta vez, ese que está al lado de todo eso que trataste de decir y que todavía chorrea sobre la mesa.
Tratamos muchas otras cosas, menos limpiar la mesa, no se podía, estaba llena de tus cosas, no había cómo pasar la franela, no cabía un alfiler. No hubo lugar y el tiempo se quedó en la mugre pegada a la mesa.
Es una cosa de todos los días, ¿sabes?
Esto de lavar y usar y pasar y repasar, arrastrar las migas, sacar el vino.
¿Quedará alguna ceniza de marzo? ¿Alguna partícula de sal?
Yo por las dudas vuelvo a limpiar, aunque cada tanto me olvide por qué.
Como ahora, que me gustaría que usaras el cenicero nuevo. ¿Viste? Es una flor de bronce, orgánica y fría, brillante y maciza, como yo.
Igual a vos no te va a gustar, si querés te traigo el de madera, el que usabas, el que está muy viejo y por alguna razón siempre húmedo.
Ya sé, me estoy enterando todavía.
Supe de vos de cerca, lo suficiente como para ir enterándome. Es todo esto de la ternura y de la voz, era como que no sabías otra manera, ¿no?
Migajas, miguitas, gotitas, cenizas.
Me parece enterarme ahora mismo, mientras las limpio, pero como desde otro tiempo, desde otro lugar.
Cada vez que pongo en orden la mesa, aparece otra cosa.
El sol entra distinto al día siguiente, me doy cuenta acomodando el florero. Y el cenicero sigue húmero aunque lo vacíe a diario. Me entero en los detalles, en la ceremonia minuciosa de escritura, en el cada día con paciencia, en la extraña dedicación...
Me entero limpiando ahora que tal vez espero nuevas visitas.